
Covid tiene mayor impacto en las ciudades contaminadas : OMS
El impacto y los efectos adversos del virus Covid-19 es mayor para las personas que viven en ciudades altamente contaminadas del país como la Ciudad de México, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS) que hace un llamado a combatir el cambio climático, reducir la contaminación del aire, invertir en energías limpias y en sistemas de salud resilientes.
“Está claro que la contaminación del aire es un factor de riesgo importante para virus como el Covid, hay más posibilidades de que la población de una ciudad tan contaminada presente más casos de tipo severo’’, dijo en entrevista con Proceso María Neira directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS.
“Estudios recientes hacen una correlación entre la Covid y la contaminación, todavía no llegan a establecerlo como una causalidad, pero sí afirman que hay una correlación entre los niveles de polución del aire y cómo les ha afectado el coronavirus’’, revela Neira.
Advierte que “como no paremos de usar combustibles fósiles y de darles subsidios y de seguir generando nuestra energía a través de ellos, eso nos está matando y nos está creando una vulnerabilidad en nuestros pulmones, que claro cuando llega cualquier virus respiratorio como Covid, encuentra un terreno perfecto para extenderse’’
“México tiene mucho trabajo que hacer, las poblaciones urbanas de ciudades como la de México necesitan condiciones mucho más saludables’’, remarca la experta.
“Las grandes ciudades como México DF, no quiero decir que son invivibles, pero tienen pocos elementos que van a favorecer la salud. Tienen un gran desafío, la Ciudad de México no puede ser una ciudad para coches, tiene que ser una ciudad para personas y debe hacer grandes esfuerzos’’, sostiene.
El domingo 28 de marzo en la Ciudad de México se registró una contaminación del aire muy elevada con concentraciones de hasta 625 partículas menores a 10 micrómetros (PM10), casi seis veces el nivel de una contingencia ambiental.
Además, un grupo de científicos internacionales, incluidos expertos del Environmental Defense Fund (EDF), observaron en el último trimestre del 2020 niveles excepcionalmente altos de contaminación por metano que escapa de las instalaciones de hidrocarburos en – Chiapas, Tabasco, Veracruz y la costa de Campeche – la mayor región productora de México. Las emisiones procedían principalmente de la quema de gas natural no utilizado a raíz de una infraestructura ineficiente en el sector hidrocarburos.
“Cuando las instalaciones petroleras mexicanas emiten metano, se están desperdiciando valiosos recursos domésticos energéticos, además de contaminar el clima y el aire’’, dijo el autor principal del estudio y científico de EDF, el Dr. Daniel Zavala. “La cantidad de metano que se emite en un solo complejo procesador de gas en tierra, sería suficiente para satisfacer el 50% del consumo de gas residencial en México’’, añadió.
Detalla que Pemex elevó en 70.6 por ciento el envío de gas a la atmósfera y se encontró que el complejo procesador de gas Nuevo Pemex genera emisiones de metano más altas que las de toda la región de producción costa afuera del Golfo de México, donde se genera el 80% de la producción nacional de petróleo.
El EDF subraya que la reducción de la contaminación por metano es vital para tener un clima saludable y comunidades sanas, en particular para las personas que viven cerca de las instalaciones petroleras.
Las fugas de metano suelen ir acompañadas de otros contaminantes que empeoran la calidad del aire y causan problemas respiratorios y enfermedades pulmonares. Además, el metano acelera el calentamiento global con lo cual se ponen en riesgo los ecosistemas costeros que sustentan a millones de mexicanos.
De igual forma desde 2018 la OMS alertó que varias urbes mexicanas superan los niveles aceptados de contaminación. Entre ellas se encuentran Guadalajara, León, Monterrey, Puebla, Salamanca, Silao, Toluca, Mexicali, Tepotzotlán y Tijuana.
La responsable de medio ambiente de la OMS afirmó que después de un año de pandemia “hemos aprendido a ir a la fuente de los problemas , hay que entender cómo llegamos hasta aquí y en lugar de apagar el fuego, hay que entender por qué se incendió el fuego’’.
“Si empezamos a trabajar en las causas del cambio climático y desarrollo sostenible eso será una especie de barrera de protección buenísima para proteger la salud , una protección pura y dura’’, defiende.
Dejar de financiar la contaminación
A su modo de ver “tratar de ahorrar dinero dejando de lado la protección del medio ambiente, la preparación ante emergencias, los sistemas de salud y las redes de seguridad social ha resultado ser un falso ahorro y ahora lo estamos pagando con creces. El mundo no puede permitirse nuevas catástrofes de la dimensión de la COVID-19, ya sea a causa de la próxima pandemia o por los daños medioambientales y el cambio climático, cada vez más devastadores’’.
Volver a la «normalidad» no es suficiente, recalca.
Reconoce que los daños económicos provocados por la COVID-19 y las medidas necesarias de lucha contra la enfermedad son muy reales y ejercerán una presión enorme sobre las finanzas públicas. “Para recuperarse de la crisis provocada por la COVID-19 será inevitable realizar reformas financieras, y un buen punto de partida sería dejar de subvencionar los combustibles fósiles’’.
Detalla que a nivel mundial, cada año se destinan alrededor de $400 000 millones de dólares de impuestos pagados por los contribuyentes a subvencionar directamente los combustibles fósiles que contribuyen al cambio climático y contaminan el aire.
Además, los costos privados y sociales generados por las repercusiones de esta contaminación en la salud, por ejemplo, no se reflejan generalmente en el precio de los carburantes y la energía. Si se tienen en cuenta los daños a la salud y el medio ambiente que causan, el valor real de las subvenciones se eleva a más de $5 billones de dólares anuales, es decir, más de lo que gastan en salud todos los gobiernos del mundo y unas 2 mil veces el presupuesto de la OMS.
Hacer que el precio de los carburantes contaminantes refleje los daños que provocan permitiría reducir aproximadamente a la mitad los fallecimientos debidos a la contaminación del aire en el exterior, disminuir en más de una cuarta parte las emisiones de gases de efecto invernadero y recaudar ingresos equivalentes a un 4% del PIB mundial.
“Deberíamos dejar de pagar la factura de la contaminación a través de nuestros impuestos y con nuestros pulmones’’, urge la experta del organismo de salud de la ONU.
Al mismo tiempo y en el plano positivo observa que se sigue manteniendo la tendencia a la baja del precio de las fuentes de energías renovables y de su almacenamiento, mientras aumenta su fiabilidad y el número, la seguridad y la remuneración de los puestos de trabajo en el sector.
“Las decisiones que se tomen ahora sobre las infraestructuras energéticas quedarán fijadas para las próximas décadas. Si se tienen en consideración todas las consecuencias económicas y sociales de las decisiones y si estas se adoptan en interés de la salud pública, se favorecerán las fuentes de energía renovable y, por ende, la reducción de la contaminación y la mejora de la salud de las personas”.
Según la OMS cada año siete millones de personas mueren de manera prematura por la exposición al aire contaminado y “cada año mueren en México entre 18 mil 600 y 30 mil 700 personas por enfermedades relacionadas a la contaminación ambiental, es decir, un promedio de 25 mil muertes anuales”.
A esto se suma que la contaminación del aire también es un factor de riesgo importante para las enfermedades no transmisibles y la OMS estima que provoca 24% de todas las muertes de adultos por enfermedades del corazón, el 25% de los accidentes cerebro-vasculares, el 43% de las enfermedades pulmonares obstructivo- crónicas y el 29% del cáncer de pulmón.
La OMS estableció en sus Directrices sobre la Calidad del Aire (2016) la recomendación de utilizar como indicador de la concentración de partículas materiales en el aire los valores de las partículas de diámetro inferior a 2.5 micras, es decir, PM2.5, frente a los valores utilizados de las partículas de diámetro inferior a 10 micras, PM10.
Según las Directrices sobre la Calidad del Aire de la OMS no se recomienda superar el umbral de 10 microgramos por m3 en promedio anual, frente a los valores utilizados con anterioridad de las partículas de diámetro inferior a 10 micras, PM10.
Esto es debido a que, “por un lado, una alta proporción de su origen es antropogénico y se ha llegado a la conclusión de que en buena medida provienen de las emisiones de los vehículos en la ciudad, especialmente los que usan diesel. Por otro lado, los efectos que tienen sobre la salud pueden ser graves o muy graves, por su gran capacidad de penetración en las vías respiratorias”, cita la OMS.
Además de que la polución es causante de enfermedades respiratorias, agrega Neira, las partículas PM2.5 “son un cóctel horrible’’ de sustancias sólidas como las partículas del diesel, las más pequeñas que entran en el torrente sanguíneo y pueden alcanzar cualquier órgano como el corazón.
“Alcanzan también nuestro cerebro, sistema nervioso central, hay evidencia de que puede provocar Alzheimer, afecta la memoria y la capacidad cognitiva de las personas. Si no hemos disminuido la contaminación por nuestros pulmones hagámoslo por nuestro cerebro, tomemos medidas inteligentes ahora que todavía nos queda algo de cerebro para pensar’’, instó.
Nos llevamos fatal con los ecosistemas
El Director General de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus, considera que “la pandemia es un recordatorio de la íntima y delicada relación entre las personas y el planeta. Cualquier esfuerzo por hacer nuestro mundo más seguro está condenado a fracasar a menos que aborde la interfaz crucial entre las personas y los patógenos y la amenaza existencial del cambio climático que está haciendo que nuestro planeta sea menos habitable”.
En este sentido, Neira lamenta que “nos llevamos fatal con los ecosistemas, estamos destruyendo y contaminando todo lo que tocamos, tenemos que entender que los ecosistemas son los que nos dan de comer, de beber y de respirar, sin embargo, estamos contaminando los océanos, los ríos, el aire que respiramos y la tierra que sembramos’’.
Explica que las presiones que ejerce el ser humano sobre el entorno, a través de la deforestación, las prácticas agrícolas intensivas y contaminantes, o la gestión y el consumo no seguros de especies silvestres, socavan los servicios del agua, aire puro y los alimentos. Asimismo, aumenta el riesgo de que aparezcan nuevas enfermedades infecciosas en el ser humano, el 60% de las cuales provienen de animales, principalmente de la fauna silvestre.
Los planes globales de recuperación tras la COVID-19, y en particular los destinados a reducir el riesgo de futuras epidemias, deben ir más allá de la detección precoz y el control de los brotes de enfermedades. También deben minimizar nuestro impacto en el medio ambiente a fin de reducir el riesgo en su origen.
En total, los riesgos ambientales y profesionales evitables causan alrededor de un cuarto de los fallecimientos en el mundo. “La inversión en entornos más saludables para garantizar la atención sanitaria, favorecer la reglamentación ambiental y velar por la resiliencia de los sistemas de salud es una protección esencial frente a futuras catástrofes y ofrece uno de los mejores rendimientos de la inversión para la sociedad.
“Por ejemplo, cada dólar invertido en el fortalecimiento de la Ley de aire limpio de Estados Unidos se ha transformado en una ganancia de 30 dólares para los ciudadanos estadounidenses en términos de mejora de la calidad del aire y de la salud”, detalla.
Observa que algunos de los países que se vieron afectados en primer lugar y con mayor virulencia por la COVID-19, como Italia y España, y aquellos que han controlado más eficazmente la enfermedad, como Corea del Sur y Nueva Zelandia, han situado el desarrollo respetuoso con el medio ambiente y la salud en el centro de sus estrategias de recuperación tras la COVID-19.
Una transición mundial rápida hacia el uso de energías no contaminantes no solo supondría alcanzar el objetivo del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de mantener el calentamiento global por debajo de 2oC, sino que también mejoraría la calidad del aire, de tal manera que los beneficios para la salud resultantes serían dos veces superiores al costo de la inversión.
El Covid nos hizo más conscientes de la salud
“La pandemia nos hizo más conscientes de lo que significa la salud, no ha desnudado nuestra fragilidad , el miedo a perder la salud , nos hace ser más exigentes en cuanto a qué están haciendo nuestros gobernantes , nuestros líderes para proteger mi salud. Por eso es vital que la población sepa qué programas están poniendo en marcha (los gobiernos) para reducir esa vulnerabilidad en la que nos metió este virus’’, urgió.
“La demanda va a venir de la población’’ afirma Neira quien señala que mientras sigamos conviviendo con el virus se debe continuar con una “estrategia inteligente” para gestionar la pandemia, además de las vacunas se debe seguir con los test, no aplicarlos de manera masiva si no es posible, pero sí de manera dirigida y con expertos que analicen los datos que arrojan esas pruebas.
“Los test no se sustituyen con las vacunas, eso no se puede permitir, se debe seguir identificando los eventos súper-transmisores y las variantes’’, recomienda.
Por otra parte, considera que la población deberá seguir poniendo de su parte, ya sabe cómo cuidarse, usar tapabocas, la higiene de manos, distancia física, evitar aglomeraciones, es todo un paquete de medidas, “pero son las autoridades las que deben marcar la pauta’’.
“Pero si cuando nos quitemos estos tapabocas seguimos respirando aire contaminado, quiere decir que no hemos aprendido nada. Yo confío en que cuando nos quitemos las mascarillas podamos respirar aire limpio, ese será un indicador importante’’, concluye la responsable de salud pública y medio ambiente de la OMS.
Gabriela Sotomayor, Ginebra, Suiza.
Para Proceso.
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