Naciones Hundidas: Si se mata la verdad
Decir que no se mata la verdad matando periodistas es una frase potente, bien intencionada, que busca dar valor, calmar la indignación, la impotencia, la rabia y un sinfín de sentimientos que solamente pueden entender quienes ejercemos esta profesión. Pero realmente al matar a un periodista sí se mata su verdad. Es una tragedia.
Confesar que eres periodista en México equivale a llevar una cruz marcada en la frente, no hay manera de esconderlo. Hay querencia, vocación, hay orgullo, hay oficio, pero también hay mucho miedo.
Es sabido que en nuestro país matar a un reportero no tiene ninguna consecuencia, es casi nulo el número de comunicadores asesinados a los que se les ha hecho justicia. No hay sentencias. Y esta ausencia de rendición de cuentas es la que empodera a los criminales. Ultimar a periodistas se está convirtiendo en una práctica generalizada, en un flagelo.
¡Sí se mata la verdad matando periodistas! Se entierran los artículos del futuro, se guardan las grabadoras, se empolvan las investigaciones, se velan las fotos, se pierden los videos, se ahoga la historia, se entierra la denuncia, se entume la pasión, se apaga el motor. Y quienes rodean a la víctima silenciada o a la persona expuesta en la plaza pública, se cuidan, se miden, se auto censuran. Es un golpe devastador al derecho a informar y a ser informado. Perdemos todos.
En México en muchas esferas y círculos sociales se trata a los reporteros como ciudadanos de segunda. El trato es despectivo. No hay respeto. Y ahora, gracias a AMLO, el encono contra comunicadores aumenta a niveles desproporcionados. Es muy peligroso.
El Presidente cruzó la línea roja tratando de aniquilar a Carlos Loret. Es pendenciero. Se envalentonó en defensa de su vástago. Se le fue a la yugular buscando el descrédito, incitando al odio por el sueldo de Loret, que dicho sea de paso, ha sido bien trabajado y bien ganado. AMLO trató de provocar la ira de sus fieles seguidores, mostrando datos privados, protegidos por la ley, sin importarle que estaba violando la Constitución. Intentó eliminar a Loret periodísticamente y lo llevó a la horca. Pero esta vez le salió el tiro por la culata.
AMLO soltó a los demonios. Atacó a uno y nos encontró a todos. El gremio está más unido que nunca. El Presidente dejó de actuar como jefe de Estado, se subió al ring olvidándose de hacer valer derechos humanos básicos, como el de la privacidad. Eso sí calienta.
Loret por su parte, y con el antecedente de una CNDH invisible en manos de otra inepta de la 4T, deberá escalar la afrenta a instancias internacionales. Acudir a la CIDH, pero también presentar el caso al Comité de Derechos Humanos de la ONU responsable de velar la aplicación del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos por sus Estados Partes.
México es signatario y tendrá que responder. Es más, todos los periodistas señalados por AMLO deberían presentar su queja individual ante este Comité, es muy efectivo. El Estado mexicano tiene muchas cuentas pendientes con la ONU. El mundo tiene que saber lo que está pasando.
El periodismo está bajo asedio. Las palabras corren por los ríos de sangre que dejan los caídos. ¿Hasta dónde continuar?, se preguntan muchos. ¿Vale la pena poner el alma en una historia? AMLO quiere silenciar a la prensa, a los medios, al costo que sea, el terrorismo fiscal será su arma de destrucción masiva. Está siguiendo el ABC de otras dictaduras. Es imperativo resistir.
Por más antipatía que sienta el Presidente por los que lo cuestionan, investigan o critican, a quienes ha llamado “golpistas” y “ traidores a la patria”, debe saber que el Estado mexicano tiene la obligación emanada de la Constitución y de tratados internacionales de proteger a periodistas y a sus familias. Debe ser garante de la libertad de expresión y de libre asociación.
La prensa libre y la democracia van directo al desfiladero empujadas y ultrajadas por el propio Presidente de la República. No es posible normalizar esta barbarie. Me sumo a los periodistas que levantaron el puño para protestar por tantos colegas asesinados en la más absoluta impunidad y clamando ¡nos queremos vivos! En lo que va de este sexenio han ejecutado a 65. Eso sí es para llorar.
Gabriela Sotomayor, Ginebra, Suiza.
Para Eje Central.
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