Naciones Hundidas: Si no vuelvo, rompan todo
«Si no vuelvo, rompan todo», decía la pancarta de una de las manifestantes que protestaban por el feminicidio de Úrsula Bahillo en Buenos Aires, una joven asesinada por su expareja, un agente de policía. Ella lo había denunciado 18 veces. La autopsia reveló que recibió al menos 15 puñaladas en el torso, en el cuello y en la espalda, por lo que se presume que intentó escapar de su agresor.
Ante el clamor de miles de mujeres que se amotinaron en las calles bonaerenses, el presidente argentino Alberto Fernández recibió a los padres de Úrsula y les prometió justicia .
Cambiemos el escenario. Vamos a la mañanera. En un hecho sin precedente un joven , que parecía cadete vestido con jeans, irrumpió en plena conferencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador lo tomó de los brazos y sin importar la sana distancia, o si portaba un arma, lo escuchó con calma, sin que cundiera el pánico. Imaginemos que en lugar del intrépido muchacho hubiera sido la madre de Ingrid, de Fátima o de alguna de las diez mujeres que a diario son asesinadas en el país. ¿Qué hubiera hecho AMLO?
Ya lo sabemos, esa mujer nunca hubiera podido entrar a Palacio Nacional, ni burlar seguridad, no hubiera podido acercarse a AMLO, ni poner un pie en el podio porque López Obrador es alérgico a las víctimas, sobre todo si son mujeres. Las madres de las víctimas, las feministas, los colectivos, no tienen lugar en el gran corazón del presidente.
Pensará AMLO que si se reúne con los padres de una joven asesinada por cuestiones de género, tendría que ver a los familiares de todas las víctimas de feminicidio, sería una labor titánica, le tomaría horas y horas. Sería un infierno escuchar sus historias.
Hasta ahora, el líder de la 4T no ha hecho nada ante los reclamos de feministas, avaló la candidatura del presunto violador Félix Salgado, no ha pedido a su amigo Ricardo Salinas tomar cartas sobre el asunto de Andrés Roemer que pinta bastante mal con varias mujeres sumándose a las denuncias, en fin, es indolente.
El gobierno tampoco ha cumplido con las recomendaciones que el Comité de la ONU para la eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW en inglés) emitió en 2018. Entre una larga lista el Comité pidió “tipificar como delito el feminicidio en todos los códigos penales estatales de conformidad con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, normalice los protocolos de investigación policial del feminicidio y garantice la aplicación efectiva de las disposiciones del derecho penal sobre el feminicidio en todo el país”.
También urgió a que se simplifiquen y armonicen los procedimientos de activación del Programa Alerta AMBER y el Protocolo Alba, agilice la búsqueda de las mujeres y niñas desaparecidas, adopte políticas y protocolos orientados a mitigar los riesgos asociados con su desaparición, como el feminicidio y la trata con fines de explotación sexual y trabajo forzoso. Piden que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas “refuerce su perspectiva de género”.
El CEDAW insta a la 4T a “subsanar la falta de medidas de protección de la dignidad y la integridad de las mujeres”.
Se ha hecho muy poco. Casi todas las mujeres en el país han sufrido algún tipo de acoso sexual, abuso o algún tipo de agresión machista en el transcurso de su vida. México cerró 2020 con 3,723 muertes violentas de mujeres, sumando feminicidios y homicidios dolosos. Unos 900 fueron tipificados como feminicidios, pero es claro que se han maquillado las cifras. Esto sin contar la “cifra negra” que es el número de mujeres desaparecidas. Así que no tenemos ese dato. Si no hay muertas, no hay feminicidios.
La violencia contra la mujer es un desastre natural creado por el hombre, es una cañería desbordada, en sus aguas negras se ahogan cuerpos y esperanzas. Pero vendrá el tsunami femenino y nos limpiaremos de tanta mierda. Una a una se sumarán, denunciarán, romperán todo hasta que el grito se convierta en justicia. Seremos imparables.
Gabriela Sotomayor, Ginebra, Suiza.
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