Naciones Hundidas: ¡muera el mal gobierno!
Qué desafortunado el grito del Día de Independencia del presidente Andrés Manuel López Obrador. El primero presencial después de la pandemia en el que los mexicanos volvieron a estar de fiesta y a echar relajo en el Zócalo, pero en lugar de llamar a la unidad los incitó a responder con tres “mueras” a sus inusuales arengas: “¡Muera la corrupción! ¡Muera el clasismo! ¡Muera el racismo!”. Insólito y muy grave, no debe pasar de largo.
Las versiones documentadas sobre las arengas de Miguel Hidalgo y Costilla, en aquél grito de Dolores coinciden en que el cura exclamó: “¡Muera el mal gobierno!”. Parece que AMLO quiso emularlo, pero en la historia moderna de México no se había escuchado la palabra “muera” desde el palco presidencial. Si AMLO quisiera imitar a Hidalgo hubiera dicho que “muera el mal gobierno”, pero obviamente se estaría disparando en el pie, porque vaya si el país ha tenido que padecer sus errores y la falta de gobernanza.
En una noche en la que el pueblo solamente busca divertirse, lo que hizo el inquilino de Palacio Nacional, más allá de dividir a los mexicanos, fue incitarlos al odio por los que más tienen y quizá estuvo tentando las aguas por si en el futuro quisiera incitar a la violencia a sus seguidores. Observé con cuidado la reacción de AMLO a su primer “muera”. No ocultó su satisfacción al escuchar el coro. El tabasqueño se está poniendo maquiavélico. Cuidado.
En el genocidio de Ruanda murieron un millón de personas de la minoría tutsi prácticamente a machetazos perpetrados por la mayoría hutu que fue incitada al odio y a la violencia pues el gobierno de Juvénal Habyarimana además de subrayar las diferencias raciales y llamarlos “cucarachas”, culpó a los tutsi por la carestía y malas decisiones del gobierno.
A raíz de la independencia de Bélgica en 1961, la mayoría hutu ganó las elecciones y expulsó a los tutsi de los puestos de gobierno.
A pesar de ello habían prosperado, contaban con negocios, bancos y tierras, conformando la clase media y alta del país. Los hutus, generalmente pobres, tenían un gran resentimiento pues desafortunadamente los belgas establecieron un sistema de castas entre la minoría tutsi (15%) y la mayoría hutu (85%), lo que ahondó las diferencias.
Sin embargo, la situación de los pobres no mejoró con el cambio de gobierno. Al contrario. La corrupción se disparó, así que solo el pequeño entorno político del presidente, quien gobernó por doce años, se estaba beneficiando. Para colmo, se desplomaron los precios del café y del cacao, que eran prácticamente la única fuente de divisas del país, y el empobrecimiento de la población empeoró, disparándose la inflación y la escasez puesto que el gobierno, además de corrupto, no ahorró para los tiempos difíciles.
El mandatario hutu murió en un atentado aéreo y el 6 de abril de 1994, la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas , manejada por el gobierno, incitó a la violencia con mensajes como este: “Los tutsi no merecen vivir. Hay que matarlos. Incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé. Las tumbas están sólo a medio llenar», repetían. Las fuerzas armadas repartieron machetes a los hutu y entre las fuerzas armadas y la población enardecida mataron de manera sanguinaria y sin misericordia a miles de personas de la etnia tutsi, entre ellos niños, mujeres, ancianos.
Si bien muchas personas de la clase alta en México, con su “¿no sabes quién soy?” se han ganado a pulso que los más desfavorecidos los detesten por los malos tratos de los que son objeto, la solución para encarar la desigualdad y la discriminación, ya de larga data y transversal, no es atentar contra dicho grupo social. AMLO sabe que hay que dividir para vencer y trata de poner en la mira del pueblo a los culpables de la corrupción, el clasismo y el racismo: “los ricos”.
Sabemos que AMLO no da paso sin huarache. Ahora arropado por el ejército se siente envalentonado y con sus palabras y sus continuos mensajes pretende hundir al país en las profundidades del odio y la violencia de las que ya no hay retorno. Todo por su beneficio, por mantener el poder y culpar a otros de sus errores. No debe olvidar que “por la boca mata y muere el pez”.
Gabriela Sotomayor, Ginebra, Suiza.
Para EjeCentral.
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