Quema de brujas

Es indignante que el presidente Andrés Manuel López Obrador no haya condenado de manera contundente e inequívoca la quema de la figura de Norma Piña, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es inaceptable que después de referirse al caso de manera ligera remata diciendo que la juez es su “adversaria”. Así la calidad del jefe de estado mexicano.

La escena en la que la figura de cartón que fue quemada al grito de ¡fuera Piña! recuerda a la quema de brujas en la hoguera en tiempos de la inquisición. Queda claro que AMLO desdeña a las mujeres, la separación de poderes y su independencia. En la persona de la ministra Piña coinciden varios elementos: es mujer, es independiente, inteligente, entrona y esperamos que no se amilane cuando sea el momento de defender al Poder Judicial.
Para AMLO y sus seguidores la ministra es la bruja, la mala del cuento, la “adversaria” y el hecho de calcinar su imagen es muy simbólico y extremadamente agresivo para ella como persona y como representante de uno de los poderes del estado.

El presidente desde que la ministra comenzó su mandato ha cuestionado su integridad, su capacidad, su independencia, hasta que un grupo nefasto de sus seguidores, azuzados por su discurso de odio y por su intolerancia aprovecharon la marcha para quedar bien con su líder y llevar a cabo un acto reprochable como el que vimos.

La ministra presidenta Piña está siendo blanco de violencia política de género generada desde Palacio Nacional. Es necesario poner un alto.

Además, es inconcebible que el presidente no haya sido más enérgico al referirse a este caso de agresión en un país en el que se cometen 11 feminicidios diarios y en donde hace unos días hallaron calcinados los cuerpos de cinco de las seis mujeres que desaparecieron en Celaya. Es realmente alucinante. Las mujeres no cuentan con la simpatía de su presidente, solamente sus rémoras, mujeres u hombres. Da igual.

Al parecer el propósito de AMLO es amedrentar a la ministra Piña, causarle miedo, pánico por su vida y que no se atreva a cuestionar su Plan B que dinamita la democracia del país ganada a pulso en las últimas décadas y de la que, por cierto, se vio beneficiado López Obrador. La está acosando para que no declare inconstitucional su delirio.

Hablé sobre el caso con Tamara Taraciuk, titular de Human Rights Watch para las Américas y me dijo: “Un incidente como el ocurrido con Norma Piña son demostraciones de problemas muy profundos que tienen que ver con la violencia contra las mujeres en México y los embates al poder judicial por parte del gobierno de López Obrador, son dos problemas que son graves y que hay que abordar de fondo”.

“La elección de la primera presidenta mujer de la SCJN es significativa por muchos motivos y lo que corresponde en un estado de derecho es que el ejecutivo apoye la labor independiente del más alto tribunal, no que intente menoscabar ese trabajo”.

“Y los incidentes graves que han tenido lugar como la quema de la figura de la ministra y las amenazas de muerte que circularon en redes sociales, requieren de una investigación objetiva e inmediata para poder demostrar que desde el Estado ese tipo de cosas no se toleran porque si hay impunidad en ese tipo de delitos el mensaje claro es que no hay consecuencias, entonces no hay ningún incentivo para frenarlos”.

“No es simplemente una cuestión de respeto a la persona, es una cuestión de respeto a las instituciones y a la separación de poderes, ahí está el corazón del problema. El presidente independientemente de si le cae bien o mal la ministra, eso no puede traducirse en expresiones que socaven la legitimidad de la labor de ella como presidenta de la Corte ni del tribunal mismo’’.

Los autócratas lo primero que hacen es cargarse al poder judicial y su independencia, está escrito en su manual del dictador, por eso ahora con mucha más vehemencia habrá que arropar a la ministra Piña porque de su mandato depende la democracia en el país. AMLO no va a detener sus ataques porque quiere doblegarla. Más allá de partidos políticos y de ideologías, la democracia debe ser considerada por todos como el bien supremo y no como una bruja a la que hay que lanzar al fuego.

Gabriela Sotomayor, Ginebra, Suiza.
Para Opinión 51.